jueves, 4 de mayo de 2017

El padre que creí tener

Él me arropaba por las noches,él me cuidaba cada día, veía por mi,luchaba por mi,o al menos eso yo creía...

Años atrás había una pequeña niña indefensa, con hermosos ojos castaños, tes blanca y alguno que otro raspón. Ella admiraba a sus padres, les tenía un cariño infinito. Creía que su papá era como un super héroe, con capa y escudo, que se dedicaba a ver por sus seres queridos. Cada día lo abrazaba con su pequeño cuerpo, le pedía que jugara a la pelota, a las princesas; a lo que fuera, con el sólo deseo de tenerlo a su lado. Muchas veces ella lo idolatró, pensaba que su papá era lo mejor; el mejor de todos, el más interesante, el más bueno. Creció prefiriéndolo, más que a su mamá y por ende, tuvo más proximidad con él. Conforme pasaba el tiempo, él iba cambiando y con ello, ella; que ya no era más una niña, iba dándose cuenta de la realidad, la cual ella ignoraba por completo.

Los inolvidables cariños; se quedaron en recuerdos,las hermosas palabras; en anhelos, las risas; en sólo un tiempo, las dulces miradas; en un profundo hoyo. Todo fue desapareciendo; como un diente de león alejándose en el viento y fueron suplidos por gritos, palabras agrías, rechazos, miradas penetrantes, alguno que otro golpe, indiferencia, incredulidad, chismes, palabras destructivas y otras cuantas más. 

Ella, ya con unos cuantos años más, se dio cuenta de la peor verdad. No lo podía creer y más de la persona que más admiraba. A partir de ahí, fue perdiendo la confianza y se postró entre ellos la distancia. Otro día, sin pensarlo, su mamá entre llantos; le contó todo lo que ella había hecho por ella y que no apreciaba. Desconcertada, corrió a su cuarto; invadida de preguntas, de incredulidad, de decepción. Pudo ver imágenes de ella con su papá, pero en el fondo, siempre estuvo su mamá; viendo por ella, luchando por darle una buena vida, tratándola como una princesa, contándole cuentos en la noche, ahuyentando sus miedos, tomándola de la mano, cuidando cada detalle. Mientras que su héroe, no hacía las cosas que ella pensaba; sólo se limitaba a hacer presencia, pero no se involucraba, no daba seguridad a su familia; tanto monetariamente, como sentimentalmente. Él no veía a sus pequeños hijos, como algo hermoso; sino como otra familia y nada más. 
Mil lágrimas cayeron por sus ojos, pues, no le había dado el suficiente valor, a la persona que realmente había estado con ella.

Llegaron los veintitantos, con ellos responsabilidades y aún más rechazos e indiferencia. Varias veces ella se miró al espejo y se preguntó: "¿Realmente estarán orgullosos de mi?, ¿Mi papá verá la mujer fuerte en la que me he convertido?, ¿Qué ve en mi?, ¿Aún me querrá?, ¿Aún creerá en mi?. Preguntas al aire, que se quedaron sin respuesta.
Llegó el día más difícil; entre gritos y culpas, él dijo palabras cortantes, sin pensarlo. Cada uno fue herido con un puño de palabras, pero para ella; fue como una lluvia ácida. Corrió fuera de la casa y se resguardó debajo de un gran árbol, se quedó mirando al vacio, recapitulando cada letra.

Ahora que ha pasado por todo esto y más; sólo vienen a su mente preguntas que, de nuevo no tendrán respuesta: "¿Papá por qué cambiaste?, ¿Por qué me tratas así?, ¿Por qué me ignoras?, ¿Por qué desde hace tiempo me excluyes de sus planes?, ¿Por qué me miras tan cruelmente?, ¿Por qué ya no me abrazas?, ¿Por qué no me preguntas cómo me siento?, ¿Acaso no ves que mis ojos no tienen brillo?, ¿Por qué no hablas conmigo?, ¿Por qué me he vuelto un fantasma para ti?". 

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