lunes, 24 de octubre de 2016

Conexión instantánea



Ayer me acordé de aquel intenso sentimiento, no fue más que una casualidad, haber visto una foto tuya y recordar...

Mientras la noche caía, yo y mis amigos caminábamos entre calles desconocidas, buscando con entusiasmo aquella casa donde te conocería.

Sin mucho problema llegamos, guiados por un amigo. Subiendo las escaleras; una a una, para no caer. Una esfera de luces que iluminaba la sala apareció y con ella, varias personas sentadas y algunas paradas. Poco a poco nos fueron presentando con cada uno; yo cortésmente me acercaba y me presentaba. No noté tu presencia en ese momento de cordialidad, hasta que, sentada entre mi amiga y mi amigo, decidí mirar a mi derecha; lentamente moví mis ojos, enfocando tu silueta; estabas sentado en una silla moderna, con el cabello de lado, un poco encorvado y serio. Volví a la platica que sostenía con mis amigos, nos ofrecieron algo de beber y yo me acerqué a preparar las bebidas. Regresando a mi silla, sentí la necesidad  de volver a mirar en tu espacio; moví discretamente mi pupila, con miedo a que tú te percataras de mi ojeada, mis pupilas llegaron a captar de nuevo tu contorno; seguías sentado, tomando de tu bebida, a veces mirando hacia el suelo. Quería seguir observándote, pero creo que llegaste a sentir la intensidad de mi mirada; volteaste de un giro, sin que yo pudiera girar instantáneamente, miré tus ojos por un segundo y volví a mirar el entorno que estaba frente a mi.

Cada hora que pasaba, cada charla improvisada, cada risa desatada, cada trago que le daba a mi bebida, cada broma planeada, cada intento de distracción, cada inquietud de estar parada, cada minucioso silencio, todo era dicha, excepto mi extraño capricho de mirarte de nuevo. Yo me perdía entre las pláticas, entre las canciones improvisadas, entre los juegos, pero no podía evitar pensar de vez en cuando, en ese capricho. Le comenté a mi amiga lo que me estaba sucediendo, yo estaba consternada, no había experimentado algo similar, no sabía de que manera actuar; yo actuaba tranquila, pero muy dentro de mi, había una niña anhelando conocerte. Mi amiga insistió en presentarnos, a lo que yo respondí súbitamente que no, tenía miedo, no estaba lista.

La noche seguía su ritmo y con ella la fiesta se consolidaba, cada individuo tomó una pareja de baile; yo decidí quedarme hablando con mi amiga, como si no me importara la presión de los demás. En un giro, tú pasaste, sigiloso y con la misión de volver a sentarte en aquella silla. Mi amiga sin algún aviso, te dijo que yo quería bailar, que si querías bailar conmigo; yo abrí más los ojos de lo normal, me quedé sin habla, mis mejillas se sonrojaron, mi boca se tensó y mi corazón se volvió rápido. Tomaste mis manos con delicadeza y con timidez empezaste a bailar, yo te seguí sin titubear; ninguno de los dos miraba al otro, evitábamos el encuentro de nuestras pupilas, nos distraíamos en algún detalle. No sabías bailar, así que intenté enseñarte lo poco que sabía, tú tratabas de seguirme, algo torpe, pero con la intención de hacerlo. En un instante no planeado, por fin nuestros ojos coincidieron; tenías los ojos de un café sutil, tu cabello era lindo, tus labios estaban perfectamente diseñados, tus manos se sentían de una calidez agradable, tu color de piel era como la vainilla. Apenada solté una sonrisa nerviosa y tú también. Continuamos con nuestro baile espontáneo, de un momento a otro, nos volvimos únicos; los demás no estaban en nuestro plano, la música se volvió afable y sedante, sólo podía sentir tus manos en las mías y tu seriedad nerviosa. Era nuestro momento; uno que no se volvería a repetir en mucho tiempo, era exclusivo de nosotros, nadie podía irrumpir esa sensación, ni siquiera el tiempo que colapsaba con cada hora. Mis pies empezaron a sentir la presencia del cansancio y tuve que seccionar el momento, nos sentamos, uno junto al otro, sin dejar nuestras manos separadas; tú sonreías y querías volver a la danza improvisada. Yo asistí a tu petición y bailamos por unos diez minutos más; entre risas y tropiezos, entre el cansancio y el afán de seguir, entre tragos tuyos y mi sobriedad, entre las luces neón de la esfera, entre tu mirada y mi mirada, nos encontrábamos arriesgándonos a las palabras de los espectadores. 

El tiempo se acabó, cual cenicienta y su encantamiento, nos miramos por penúltima vez; yo sentía que iban a ser contadas las veces que podría mirarte de nuevo, así que enérgicamente me despedí de ti y de tu tierna seriedad.  
Resultado de imagen para miradas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario