sábado, 8 de julio de 2017

Una experiencia espiritual

Con los ojos cerrados, en medio de un rancho, con las manos extendidas, lo sentí cerca de mi...


El día llegaba y mi indecisión aumentaba; por un lado tenía una experiencia que tal vez me ayudaría, pero por el otro, la posibilidad de no volver a ver a mi padre, ya que estaba muy grave, en el hospital.

Las palabras de mi mamá resonaban en mi cabeza, mientras me preparaba para irme: "Tú papá está grave y te vas a largar","Eres egoísta","Prefieres eso a tu padre". Poco a poco tomé las fuerzas que me quedaban, tomé un taxi y me encaminé a la experiencia.

Al llegar a aquel lugar,vi a varias personas, entre ellas las que me habían hecho animarme a vivirla. Nos sentaron en una larga mesa, con papel de baño, hojas y plumas. Yo observaba a todos, intrigada de lo que iba a pasar. Después de un rato, llegó nuestro guía; aquel que se encargaría de que nos entregáramos completamente a la experiencia. Yo pausadamente iba escribiendo mi historia; tratando de recordar, aquello que había sido enterrado. Hubieron algunas partes que, me hicieron sacar más de una lágrima. 

Anochecía y con ella yo soltaba cada palabra, de repente, me empezaron a gritar; no sabía como reaccionar, hasta que una mujer, me sacó del lugar y me pidió que lo gritara.  Yo no podía gritar; pues tiempo atrás me había prometido que no volvería a hacerlo, ella insistió y lentamente fue saliendo de mi boca aquello que, había callado por años; que tenía atrapado en lo más profundo de mi corazón, que día con día me picaba el pecho y me hería, que me hacía sentir culpable de cada situación, que había causado mi "voto de silencio", que había distorsionado mi reflejo; lo había vuelto repugnante y desolador. Cada aire que salía de mi pecho, era un alivio hacia mi alma; aunque dolía gritarle en medio de la nada, a una de las personas que más amas; lo que te estaba matando desde hace tiempo, lo que no puedes decirle porque sabes que se alejará, aquello que no ve que sientes. Mi cuerpo estaba tan comprometido con aquella situación que, no me pude levantar, me quedé ahí de rodillas; sintiendo como iba saliendo de mi, aquel dolor.
Me ayudaron a levantarme; no sentía mi cuerpo, mucho menos mis piernas. Ya a penas de pie, me tomaron las manos y me pidieron que no abriera los ojos (no podía ni abrirlos por las lágrimas). Empecé a percibir unos cantos y conforme aumentaban, sentí un calor; uno indescriptible, cálido, confortable, reestablecedor y mis labios empezaron a cantar; a pesar que no conocía esa canción. Me pidieron que abriera mis ojos y vieron algo hermoso, como si jamás hubiese visto el cielo; nubes hermosas, el color era una mezcla de felicidad y cariño, se sentía una tranquilidad tan plena; volvieron a mi, cada uno de los sentimientos que había encerrado a través de los años.

Muchas cosas más sucedieron y me hicieron volver a sentir; sentirme viva, volver a querer vivir, disfrutar cada minuto, perdonar aquello que tanto me había sometido, confiar de nuevo, volver a creer, tener un motivo para seguir caminando.

Esta experiencia fue gracias a alguien; que en su momento decidió marcharse, pero la agradezco, pues fue el principio de mi renacer. 


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